¡ VIVA EL BURRO VELOZ !
CRÓNICAS ASNALES
BREVE CRÓNICA
Asistentes: Dimas, Nano, Vidal, Pedrín, Paco Barranco, Virgilio, Ángel el Peli, Jesús, Jose, Fernando, Rafa y Carlos.
Qué ha pasado:
Primeramente ha habido entrenamiento de marcha nórdica. Estamos en una temporada intermitente de lluvias, llueve a toda hora, pero el cielo nos ha permitido hacer una ruta urbana clásica, la que baja hasta Leganés-Norte, pasa por detrás de Plaza Nueva, sube hasta el Quinto Centenario, busca Juan Muñoz y termina por la Plaza Mayor antes de llegar al hospital. Salen unos 10,5 km, andados hoy a diferentes ritmos, más rápidos y más lentos, pero en plácida armonía y fecunda conversación. No nos podemos quejar. La lluvia nos ha acompañado desde Juan Muñoz hasta el final, pero ni de lejos se ha acercado al diluvio de los tiempos de Noé, que aquello sí que era llover.
A las diez en punto, ni antes ni después, ha comenzado el maravilloso, fabuloso, formidable, portentoso, soberbio, colosal, magnífico desayuno de aceite de oliva.
El aceite siempre lo aporta Dimas, aceite de su pueblo, de sus olivares, encantadoramente verde como el verde de las esmeraldas del collar de Cleopatra, la última faraona. Un verde de bronce añejo con brillos del verde de una lima verde antes de arrancarla del limero.
¡Benditos olivos que parieron este aceite! ¡Benditas aceitunas! ¡Benditos aceituneros que las recogieron con amor y esfuerzo! Esas espaldas castigadas, esos riñones maltrechos, esos brazos adoloridos nos han dado este néctar de dioses que hoy mojamos en pan con no disimulada gula y engullimos con lágrimas en los ojos del gusto que nos dan.
No exagera este cronista. Las barras de pan han sido incontables. Los platos con pan cortado se vaciaban en un santiamén tras rellenar los platos del aceite y pringar los asistentes con manos rápidas y bocas insaciables. Si el aceite fuera un campeón olímpico o el mismísimo Cristo, hubiéramos exclamado: ¡Viva la madre que te parió y los pechos que te amamantaron!
También ha corrido entre los asistentes una deliciosa morcilla patatera, roja como la sangre del torito enamorao de la luna, que ha traído Nano, y para la que había hueco, ¡hombre, que si había hueco...!
El personal ha podido elegir entre chupito, copa o nada, pues a nadie se puede obligar a ingerir licores que no quiere. Cada quien tiene sus motivos. En ese momento ha salido la guitarra y los asistentes se han arrancado con Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, primero tímidamente, pero luego con brío y con rabia.
Y, con la tripa llena y los licores circulando, han seguido con un variado repertorio: María la portuguesa, Clavelitos, Arriba abajo, Por el puente de Aranda, Enamorao niña de ti, Una gitana del Rastro de Madrid, A la puerta de Toledo, Al olivo al olivo, el Porompompero, etc. Hemos concluido con El burro de la monjitas, himno oficial del Burro Veloz.
Entremedias, a Dimas le hemos cantado el Cumpleaños feliz: 70 años no se cumplen todos los días. A Vidal también se lo hemos cantado: lo suyo fue en febrero, pero nunca es tarde si la dicha es buena. ¿Qué nos cuesta cantar a los muchachos cumpleañeros? Nada. Los cantes no piden dinero. Pues adelante.
Durante todo el desayuno, ha llovido con intensidad. Y seguía lloviendo cuando nos hemos marchado. A nadie se le ha ocurrido cantar Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, ni falta que hacía.
El personal se ha despedido afectuosamente y se ha marchado muy contento a su casa. ¡Viva el Burro Veloz! ¡Que cien años dure y, si es con aceite de oliva, mejor que mejor!
Terminamos con un refrán muy verdadero:
Aceite y vino,
bálsamo divino.