¡ VIVA EL BURRO VELOZ !
FRESCAS CRÓNICAS ASNALES
BREVE CRÓNICA
Asistentes: Vidal, Nano, Dimas, Juáncar, alias el Jefe, y Carlos (cinco burros en total)
Recorrido y sucedidos:
A las ocho estamos puntuales en el hall de la estación de tren Leganés-Central. El personal se presenta aseado, creemos que con las mudas limpias y con los pasaportes para el viaje en regla.
El Cronista no mira el reloj en toda la mañana. No puede precisar un horario exacto, pero, antes de las nueve, entramos al parque del Retiro por la Puerta del Ángel Caído.
La primera vuelta, como se puede comprobar en la imagen de abajo, es por el perímetro exterior del Retiro, haciendo parada en todas las entradas a este encantador parque de Madrid. No sé cuántas hay porque no he echado la cuenta, pero bastantes. En alguna de ellas, los senderistas han recordado los tiempos en los que corrían en mítico Maratón de Madrid, cuya meta, tras patear los 42 km 195 m, estaba en el Paseo de Coches.
A continuación, Dimas, que es el guía oficial y oficioso de la salida, nos conduce por itinerarios internos del parque y visitamos lugares que algunos desconocíamos del todo, como la montaña del búnker antiaéreo, construido durante la Guerra Civil, o el Bosque del Recuerdo, levantado en memoria de los muertos en los tristes atentados del 11 de marzo de 2004.
Nos detenemos un rato en el monumento a Alfonso XII y comentamos algunos pormenores del monumento y del nefasto reinado de Alfonso XIII, bisabuelo del actual Felipe VI. Pero dejemos a los Borbones a un lado y prosigamos.
La temperatura, fresca pero sin viento, y la luz del otoño son impresionantes en esta mañana de noviembre. Las combinaciones de colores, bajo los rayos del sol madrileño, cautivan al observador y le invitan a recrearse en los matices.
En un breve descanso, algunos orinan en unos matorrales y Dimas nos da unos plátanos y unas mandarinas para que recuperemos las fuerzas.
Salimos por donde entramos y, por la Cuesta de Moyano, llegamos a la glorieta de Atocha y nos metemos en el bar El Brillante, donde nos comemos cada uno un bocata de calamares y una caña. ¡Sensacionales! Alguno, como vergonzoso, decía que con medio bocata tenía suficiente, pero ese ha sido el que, con gula indisimulada, primero se lo ha zampado, agradeciendo a los dioses haber caído en la tentación de comerse uno entero.
Volvemos en tren a Leganés. Son las doce y media aproximadamente. Antes de despedirnos, nos tomamos una botella de blanco verdejo en el Mirbes, frente a la piscina Olimpia. También nos sabe a gloria.
Y cada mochuelo a su olivo, a atender a la familia o a lo que sea, cada uno sabrá.
Como siempre, otra salida memorable del Burro Veloz.
Carlos
Cronista del Burro Veloz
(Gentileza de Nano)