¡ VIVA EL BURRO VELOZ !
NUEVAS CRÓNICAS ASNALES
BREVE CRÓNICA
Asistentes: Paco Barranco, Vidal, Pedrín, Alicia, David, Juáncar y Carlos.
Recorrido y sucedidos:
Partimos de Leganés a las 07:00 h en el coche de Juáncar, tras recoger a Vidal y Pedrín. Vamos al Señorío de Illescas y recogemos al Paco. Alicia y David parten desde Getafe. El pueblo de Los Navalucillos está retirado: la provincia de Toledo es muy grande y hay unas dos horillas de trayecto.
Hacia las 09:30 h, comenzamos la ruta a pie. Los horarios son aproximados, el Cronista no apuntó nada ni llevaba reloj, recuerda lo que le iban diciendo.
Hacia las 13:00 h coronamos el pico Rocigalgo, que es el punto más alto de los Montes de Toledo: 1448 m. Pero el desnivel acumulado en los 12 km de subida ronda los 800 m. El camino es muy bueno: una pista por donde puede circular el vehículo de los guardeses de estos montes o el camión de los bomberos en caso de incendio. La subida es exigente, sin sombras, pero con un paisaje precioso. El campo revienta de primavera y aquello es un tapiz de verde y flores silvestres. Hace calor, bien es cierto, por eso ha sido acertado comenzar la ruta por este lado. En el pico tomamos un tentempié que "nos hace mucho bien". Este cronista reconoce que ya estaba un poco desmayado, que necesitaba alimento sólido, la gasolina de los cuerpos humanos o de cualquier mamífero, con independencia de su tamaño o aficiones.
La segunda parte es una bajada tendida hasta el río, por un camino con más umbría, pero de piedra suelta, ideal para padecer de los pies o darse la castaña, como dicen "las gentes" del parque natural de Cabañeros, que es donde estamos. Hasta que llegamos a la zona del río y de los saltos de agua, o cascadas en el habla popular, sólo nos cruzamos con don almas humanas. Se respira aire puro, sonidos naturales y soledad, triada muy necesaria en los tiempos que corremos, tiempos de prisas, ruido y mala leche.
En llegando a una poza arcádica del río, algunos refrescan sus macerados pies. Más adelante, alguno no sólo refresca sus pies, sino su cuerpo entero en las gélidas aguas del río de montaña, como Dios le trajo al mundo o su madre lo parió. Se queda relajado como un niño de teta después de la ingesta del pecho materno. No cree este cronista que Paco se ofenda por hacer mención expresa de su nombre en este sucedido de montaña, muy refrigerante por otro lado.
El paisaje bucólico, diríamos que Cervantino, pues nos recuerda la incursión en Sierra Morena de Don Quijote y Sancho después de liberar a los galeotes, continúa por recodos maravillosos y se intensifica en las dos cascadas grandes del recorrido, donde ya encontramos algunos seres humanos. Comemos pasadas las 15:30 h, departimos, compartimos viandas y frutos secos, admiramos el agua y la flora del lugar, que es incomparable.
Regresamos al coche, tras hacer el paso de las cadenas. No parecen necesarias en un día tan caluroso como hoy, pero en días húmedos o con heladas son imprescindibles para no caer por un barranco y morir desnucado.
Son las 18:00 h. Hemos acabado casi todas las reservas de agua. Por un camino infame para coches -¡cuánto agradecemos a Juáncar su generosidad!, dicho sea de corazón-, llegamos a la carretera, ¡bendita carretera! Paramos en una fuente que nos da la vida: agua y vida son un tándem indisoluble.
En Los Navalucillos tomamos unas cervezas, cocacolas, cafeses, limonadas, que también nos dan la vida, mientras conversamos sin apenas cortapisas de esto y de lo otro.
Y volvemos: unos a Getafe, otros a Leganés (pasando por el laberíntico Señorío de Illescas, que Dios o el diablo confundan).
Cuando el Cronista se baja del coche de Juáncar en la calle Jeromín, ya es de noche, hacia las 22:00 h. Salimos de noche y volvemos de noche, pero contentos y satisfechos.
Otro gran día del Burro Veloz, ¡que viva por muchos años!
Carlos
Cronista del Burro Veloz