jueves, 11 de junio de 2009

Entrenamiento n.º 69 (Corpus Christi).

Asistentes: Pedrín, Juáncar, Nano y Carlos.

Distancia/tiempo: Ir al lago, dar la vuelta al parque por fuera y volver por la Renfe, 51’.

Porras: Juan Carlos.

Observaciones:

EL TORO Y LA GENISTA (1)
Había una vez un torito al que le gustaba mucho la genista. Era negro zaíno, con una hermosa cuerna blanca y puntiaguda y una estrella blanca de cinco puntas en la frente. Era un torito tranquilo. No molestaba a nadie ni nadie le molestaba a él, porque, cuando le tocaban los testículos, era la misma furia a cuatro patas. Así que nadie se metía con él por la cuenta que le traía. Los otros toritos de su camada le miraban con respeto: le tenían miedo pero además era un toro muy sabio en cuestiones de plantas.
Como decíamos, tenía una especial predilección por la genista: al llegar la primavera, el amarillo de sus flores reventaba sin complejos y la dehesa del torito parecía un tapiz verde con puntitos amarillos, como un traje de faralaes. Los otros toritos le preguntaban cosas sobre la genista, y él les respondía siempre con exactitud. ¡Cuánto sabes de genistas!, le decían asombrados. Y el aspiraba orgulloso el aroma de esta maravillosa planta.
Pero un día llegó a la dehesa un toro de mala catadura, que lo primero que hizo fue llamar “retama” a la genista. (CONTINUARÁ)

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